Con
el título de “Novelas ejemplares de
honestísimo entretenimiento” Miguel de Cervantes publicaba en 1613 doce
relatos cortos que había escrito en los años 90 del siglo XVI y en la primera
década del XVII. Escribió estas novelas con un trasfondo moralizador, tal y
como ya se hacía en Italia desde hacía un tiempo, pero lo más destacable de
estas novelas es que, a diferencia de los que se solía hacer en esa época, no
eran traducción o adaptación de otras obras externas sino que eran originales,
de lo que se jacta el propio autor en el prólogo:
[A esto se aplicó mi ingenio, por aquí me
lleva mi inclinación, y más que me doy a entender, y es así, que yo soy el
primero que he novelado en lengua castellana, que las muchas novelas que en
ella andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son
mías propias, no imitadas ni hurtadas; mi ingenio las engendró, y las parió mi
pluma, y van creciendo en los brazos de la imprenta.]
Dado
la temática de estas narraciones, las aves aparecen, por lo general, de forma
secundaria, en forma de comparaciones, apodos y otros, no obstante, creemos que
es de interés transcribir los fragmentos donde aparecen aves, tal y como hemos
hecho con otras obras, ya que es una forma de establecer cuales eran las aves
más comunes o más apreciadas de la época.
Una
de las más conocidas es la novela de “Rinconete
y Cortadillo”, especie de relato picaresco que muestra los estratos más
bajos de la sociedad de entonces. En él encontramos tres referencias a aves:
[Quítemenle de delante a ese gesto de por
demás, a ese verdugo de inocente, asombrador de palomas duendas.]
Destacar
que al decir palomas duendas se
refiere a palomas mansas (del latín domitus),
voz que en castellano está en desuso, pero que por ejemplo en asturiano sigue
en uso con la forma donda. Por lo
tanto, el texto habla de Palomas bravías domésticas.
Una
segunda cita son los nombres de dos pícaros:
[con ella salió Monipodio a ver quién era, y
la centinela le dijo cómo al cabo de la calle había asomado el alcalde de la
Justicia, y que delante dél venían el Tordillo y el Cernícalo, corchetes
neutrales.]
![]() |
Rinconete y Cortadillo, dos pícaros en acción |
Por
último, otro nombre, esta vez el de un sastre que aparece en el libro de
registros que tenía Monipodio, el jefe del sindicato del crimen de Sevilla,
cuyo título era “Memorias de las
cuchilladas que se han de dar esta semana”, del sastre dice:
[Al
sastre corcovado que por mal nombre se llama Sirguero, seis palos de mayor
cuantía a pedimento de la dama que dejó la gargantilla. Secutor el Desmochado.]
Sirguero,
es una variante antigua de Jilguero (según Corominas, en el Breve diccionario
etimológico de la lengua castellana, 1990), que viene de la voz latina serica: seda, debido a los colores de la
especie, que podrían ser comparados con los de las ricas telas de oriente.
Otra
de las novelas que tiene referencias a aves es la de “El licenciado Vidriera”, que cita varios falcónidos cuando éste
visita a un gran señor en Valladolid aficionado a la cetrería:
[Otro
día habiendo visto en muchas alcándaras muchos neblíes y azores y otros pájaros
de volatería, dijo que la caza de altanería era digna de príncipes y grandes
señores.]
Nuestra
siguiente parada es “La ilustre fregona”
donde hace mención a la Lechuza, con la
particularidad que lo hace en masculino (un hecho que sólo he visto en esta
novela):
[Infelice estado de los músicos, murciélagos
y lechuzos, siempre sujetos a semejentes lluvias y desmanes.]
También cita a
los ánades, cuando se refiere a una canción que entona la protagonista
titulada: “Tres ánades madre”.
Canción que aparece en el Cancionero de palacio de Juan Arrieta (siglo XV) con el título Dos ánades madres, que podemos escuchar en www.youtube.com/watch?v=S5yt-WEKtIM,
y que dice:
Dos ánades madre
que van por aquí
mal penan a mí.
Aparece otra
cita a aves de altanería en “El casamiento engañoso”, que, por
cierto, no es una novela, sino una obra de teatro:
[Àndad, Gavilán, o como
os llamáis, y decid a Nicolás el Romo, vuestro amo, que no se fie de animales,
y que del lobo, un pelo]
[¡Al ladrón, Gavilán!
¡Ea, Gavilán, hijo, al ladrón, al ladrón!]
Por último, un
fragmento, de esta misma novela ejemplar, donde habla de las picazas (nombre
castellano viejo para la Urraca) como aves que costumbres latronicias:
[Ellos son su hucha, su
polilla, sus picazas y sus comadreja, todo lo llegan, todo lo esconden y todo
se lo tragan.]
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