Desde
que es instauró en sistema binomial propuesto por Linneo muchas especies han
continuado con el nombre que ese naturalista les puso, pero otras, debido a avances
en la genética o a cambios de tipo lingüístico, han cambiado sensiblemente. Una
de esta especies en las que ha cambiado la voz que asignaba su género fue el Accipiter nisus (gavilán común) que
hasta bien entrado el siglo XX se le llamó Astur
palumbarius. El origen del nombre genérico está relacionado con alguna voz
vernácula latinizada, del tipo autour
o azor, posiblemente de origen
francés. No obstante, el evocador nombre astur,
produjo un torrente de hipótesis en la cabeza del Rafael de Floranes y Robles, autor
del libro de Aves de caza (Madrid, 1880). Es un texto que no difiere
mucho de los textos de cetrería de la época o anteriores, siendo en muchos
casos copia de algunos clásicos, aunque tiene algunas cosas originales, como el
texto que vamos a ver, que aunque totalmente falso, no está carente de interés
y curiosidad, y lleno cierto aire de
romanticismo. Vaya bonita historia, de haber sido cierta, la de una especie
propia de las tierras de las Asturias, que se expandió por toda Europa gracias al
imperio romano. Os dejo con las palabras de Rafael de Floranes:
Aunque
el ya citado Cobarrubias, siguiendo las tradiciones de algunos libros antiguos
de Cetrería, en el artículo Azor
escriba ser esta ave para nosotros
peregrina, traída á los principios de esas partes septentrionales y después
criada en España, no obstante creo que se deba desistir de semejante
tradición. Porque si el nombre que le corresponde en latín no es accipiter, que le dan los más, sino el
de astur que dan los franceses y
otros muchos á sus autour ó azor nuestro; ó conviniendo, por lo
menos, que tal nombre pertenezca á cierta especie o casta de él, en nuestras Asturias, pues de ahí, según todos, es
este nombre astur, el cual
propiamente significa el asturiano ó la cosa que es patriótica de ese país. Al
modo que los romanos llamaron caballitos asturcones
á las jacas recias y camineras que llevaron de esta región, donde todavía las
hay que sirven al traxino, y aun algo más pequeñas, pero más duras, crian
cerriles en los Puertos como ganado bravío, á disposición del primero que tenga
la habilidad, no muy fácil, de apresarlas... Los romanos que tuvieron medido á
palmos todo el ámbito que dominaron, ninguna de los productos de cada patria
permitieron se reservase á su conocimiento. Como no les ocultaron las ricas
minas de Asturias, de que puestas en la labranza llegaron a sacar tan
cuantiosos provechos; con este motivo tuvieron disposición de cruzar bien el
país, reconocerle y saber todos los demás géneros de su producción nativa. De
ahí fué la noticia cierta de la existencia de los asturcones y de su índole y utilidad; los cuales, por ventura,
ellos mismos ocuparon en el trajino de los metales, leñas, forrajes, etc. Pues
ya dado ese principio, ved ahí por donde con el trato de las gentes vinieron
también á adquirirla de que en el país había un particular género de aves que
servía para la presa de otras regaladas. Y, como á los caballitos, por
naturales de Asturias, ellos en su lengua los llamaron asturcones, por esta misma razón a los dichos pájaros los llamaron astures; prueba de que de tal especie no
los había en su tierra, porque de otro modo el nombre de allá les hubiera dado.
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